Hay una cosa que está fuera de toda duda: para que un país pueda financiar todos sus gastos y los servicios que está obligado a proporcionar a su ciudadanía, es imprescindible que genere una serie de impuestos a la ciudadanía… y también a las empresas que están en el interior de sus fronteras. Es algo natural y necesario, que aunque genere malestar en ciertos sectores, hay que cumplir. Es verdad que, en ocasiones, la cantidad de impuestos que se pagan puede incomodar, pero lo mejor es no correr el riesgo de despertar a todas aquellas personas que se encargan de gestionar este asunto y que forman parte del aparato del Estado.
Sabemos que muchas veces es injusto que exista una presión fiscal tan grande en un país como el nuestro. Somos conscientes de las dificultades que eso entraña para las empresas nacionales que, día a día y de la mano de sus trabajadores y trabajadoras, intentan salir adelante. Pero, por desgracia, quien intenta deshacerse de alguno de ellos termina siendo multado de tal manera que al final termina siendo mucho mejor cumplir con nuestras obligaciones y así poder vivir sin problemas. No hay duda alguna: esto es lo mejor, nos digan lo que nos digan.
Con el paso de los años, nos hemos dado cuenta de que en España muy poca gente tiene claro cómo funciona el sistema de impuestos y cuánto tributa o debe tributar una persona u organización. Una noticia publicada en la web del diario El Confidencial aseguraba que las multinacionales españolas tributaban un 18% en lugar del 7% que se situaba en la creencia de una buena parte de españoles y españolas. Esta es una buena prueba de que la sociedad desconoce alguna de las claves del sistema tributario de su país. Pero es algo que ocurre no solo en España, sino en todo el mundo.
Además, hay una cosa que es particularmente injusta del sistema tributario español y que, en caso de que fuera demasiado conocida, ocasionaría bastantes protestas desde nuestro punto de vista. Hablamos de la desigualdad que existe entre las obligaciones tributarias de unos y de otros. En el caso que atañe a las empresas, esto lo pone de manifiesto un artículo que es propiedad de eldiario.es y que asegura que las grandes empresas tributan una cuarta parte de lo que tributan las pymes. ¿Injusto, verdad? Pero real como la vida misma.
Que el sistema tributario en España sea tan complejo no hace sino generar desconocimiento entre todos los ciudadanos y ciudadanas. Y también entre las personas que se encuentran a cargo de una empresa. Los profesionales de Gap Abogados nos han indicado que este es el principal motivo por el cual ha crecido el número de empresas y entidades que han decidido ponerse en manos de un asesor fiscal en los últimos años, una decisión con la que todo el mundo se siente más seguro y que termina siendo una inversión en tranquilidad.
Una necesidad que va a seguir estando ahí por muchos años que pasen
Lo de la complejidad del sistema tributario en España no es nuevo ni mucho menos. Desde hace siglos, España presenta características especiales en lo que tiene que ver con la manera de recaudar los impuestos. Por eso podemos decir, casi sin temor a equivocarnos, que va a seguir existiendo un sistema complejo de impuestos en el interior de nuestras fronteras. Ni que decir tiene que, además, ese sistema va a seguir existiendo porque las diferentes administraciones públicas están regidas por políticos que, hasta ahora, no han demostrado tener un interés desmesurado por cambiarlo.
Las empresas y todo tipo de organizaciones, por tanto, van a seguir teniendo la necesidad de contar con la ayuda de asesores financieros que les permitan tener claro lo que hay que pagar al Estado español. Es gracias a esta ayuda como se evitan disgustos, multas e imprevistos de todo tipo. Así es como se construye certidumbre, una necesidad muy grande en lo que a las empresas respecta. De no existir esa certidumbre, los problemas se multiplicarían de un modo exponencial y pocas cosas podríamos hacer entonces para remediarlo. Por desgracia, hay mucha gente que puede contarnos su experiencia al respecto.
Tributar es importante, y saber cómo hacerlo, todavía más. Por eso no podemos escatimar esfuerzos en lo que tiene que ver con esta labor. Es un error del que tarde o temprano nos terminamos arrepintiendo. Con las empresas, el Estado también actúa sin miramientos. Y tener problemas con el sector público no es precisamente la mejor manera de conseguir esa tranquilidad y esa certidumbre que todas las empresas sueñan con alcanzar. Mejor evitar esos problemas y seguir pensando en cómo construir el mejor de los futuros para nuestra entidad.